Sunday, August 30, 2009

Monumento al azúcar


Me encanta cómo habla el papel de los caramelos al abrirlos, tiene un acento excelso y marcado, una textura sonora de plata que te llena las orejas de una manera sutil, como un cascabel ronco, hasta que no cabe más dentro de tu tímpano, hasta que ya no oyes otra cosa y entonces, por falta de espacio en la oreja, decide escalar por dentro de tu cabeza hacia lo más alto. Eso es el cráneo, o las nubes, o las estrellas, dependiendo de la persona.


En ese momento el caramelo se convierte en algo a proteger entre las yemas de los dedos: pequeño, delicado y sencillo, hay que tener cuidado, se merece mimos gracias a su olor aún inexistente, prematuro, como si llevara flotando en la barriga del azúcar aproximadamente 9 meses. Es tierno. Aunque cruja.
Mientras lo desgranas de su vestimenta sufres una premonición en cada papila gustativa que se asoma curiosa, erizada y erguida hacia el cielo del paladar. Con la intuición el sabor redondo que arropan tus dedos sale, así, disparado, en el tiempo y la distancia hasta tu lengua, que se baña en las ganas de deshacer con saliva el color, ese color siempre vivo de los dulces, para volatilizarlo por todo tu cuerpo, para que al fin, con los ojos cerrados, te fundas en uno con él, monocromo que te hace ver colores.


Así funcino con los caramelos. Y con el resto de las cosas bonitas.

Friday, August 28, 2009

Coordenadas descartesianas














- Sarria, Camino 09-

He perdido la noción del tiempo
desde que mi secundero es sólo
el eco de los pasos nuevos,
desde que cambio tic tacs
por el click click que suena
entre cantimploras y conchas.


He perdido la noción del espacio
desde que el terreno es mi tiempo,
desde que Ando creciendo por los días.


Y es que por fin me he [medio]encontrado
desde que al perderme sé
que de mayor quiero ser lejos,
no vieja.