a veces en mi cuarto, cuando el tiempo se para por las noches y unos auriculares gigantes apresan mi cráneo, la música de mis mitos galvaniza mi inmaterialidad a base de decibelios sin piedad y volatiliza las paredes de mi espacio y las diferencias de mi tiempo.
y entonces es cuando lo noto estallando en el centro milimétrico de mi existencia: la energía de los salvajes que se atrevieron a contagiar la libertad del sentir de su época, que en el fondo no dejó de ser la misma de siempre.
bestias militantes fluyendo eternamente pacíficas.
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