En aquel filo de la noche
se lavó la cara
con agua blanca
de cráter de luna.
De su reflejo fresco sonó
una raíz aún tierna,
una burbuja de tela
y un pequeño universo
que confesó que las mañanas
huelen a arcilla húmeda roja:
en esas constelaciones por lunares bañadas
y en los verdes planetas que el iris moja.
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