Tuesday, April 08, 2008

Las olas del boli

- "Pienso en un final feliz para una historia que ya nunca escribiré".

El anciano se quitó las gafas de ver de cerca y se sentó en la silla de la esquina mirando su folio en blanco. Se sentía solo, abominablemente solo, tal vez por eso ni se sentía y le dio por escribir otra vez, para recordarse que está ahi, para compartir lo que aún no sabe que lleva dentro pero que le recorre como una apisonadora el lado izquierdo de las costillas y no le deja respirar.

Esa mañana sus huesos tenían frío, le dolían como agujas candentes y se diferenciaba de otras mañanas porque después de tanto tiempo ella ya no estaba a su lado. Ni ella, ni toda su vida con ella. Tampoco tenía hijos ni nada que se le pareciera a un hogar. Porque un hogar, y lo sabía desde hace años, es aquel lugar, con o sin techo, en el que no tienes miedo de lo feo que es el mundo. Y que, cuando lo tienes, no pasa nada porque hay alguien para abrazarte y compartir contigo la ilusión de seguir adelante. Ahora le comía todo el alma, hasta su propio cuerpo sentía entumecido y disminuyendo a pasos agigantados, como si hubiera quitado el tapón de la bañera y su vida se vaciara por un agujero en remolino.

Se quedó seco, tiritando, con una arcada de pena, una náusea de sin rumbo, petrificado, porque no sabía hacer otra cosa ahora. Le hubiera gustado tener un jardín para ir a pasear y perderse entre sus flores, como en los libros. Pero vivía en un piso pequeño, un no-hogar que era lo único que le quedaba de golpe. Y hacía poquitos días se había dado cuente de que los libros, sobre los que siempre ha girado su forma de ser, no existen. Sólo son carencias de pasta dura.

Sus manos arrugadas, plenas de venas en 3 dimensiones con un sangre fluidamente apagada, amarraron el boli con fuerza. Con toda la poca fuerza que le quedaba. Se agarró a él como si fuera un salvavidas en medio de el océano. Y con el azul de las olas y la tristeza empezó a balancearse sobre el folio. Cerró lo ojos y siguió balanceándose hasta que perdió la noción del tiempo. Tanto la perdió que ahora no sabe si existe, existió o existirá alguna vez. Pero siempre le quedará el anestésico balanceo de su boli, lo único que sabe que en toda su vida ha dependido tan solo de él.

2 comments:

Dara Scully said...

Magnífico. Triste y decadente, pero con un poso de esperanza; ese boli que siempre dependerá de él.

beso !

Anonymous said...

DISCULPA SI NO ME VALGO DE UN RECURSO MÁS ADECUADO.
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